Hechas las presentaciones, se nos acerca el alegre Ismael, hijo de mi amigo que se ofreció a llevarme de regreso a casa, en más de una ocasión tuve la oportunidad de verlo, incluso le hablé y lo encontré un poco extraño, sin sospechar siquiera de su estado, pobre Ismael. Pero se veía feliz, sobre todo cuando abrazó a su amado padre. Se nota que las cosas no le han sido fáciles, su mirada era fija y a la vez perdida, su sonrisa ancha y su rostro se mostraba ansioso por atendernos.
Nos hicieron pasar al jardín, todo muy verde, pasto recién cortado, árboles frutales que proyectaban insolentes su sombra y denotaban su majestuosidad, cuántas cosas habrán visto y cuántas habrán callado... El padre acomdó unas bancas y comienzaron a ponerse al día. Para darles un poco de privacidad me encaminé hacia el centro del jardín en el que se apreciaba una piscina rodeada por una reja alta que no permitía el paso, el por qué, simple, llevaba sin ser limpiada ni con el agua filtrada al menos un par de años. Música de fondo, qué extraño, ¿música?, si música, y ahí estaba, tomando sol, con un radio de mano que tenía altoparlante y una escasa antena que captaba mezquinamente la señal de los que parecían ser unos tangos. La imagen me pareció irreal, ella con su cabello desordenado y pintado amarillo que le cubría el rostro, las uñas desgastadas, sentada en el pasto con las piernas cruzadas mirándose a sus ojos con un diminuto espejo. Cuando decidí volver, ya que no quise molestarla y porque aún no me sentía cómodo en el lugar, me retuvo con un repentino “Moreno ven”, y ahí estaba, ¿qué hacía?, decidí acercarme sigilosamente y muy consciente de las aprensiones que invadían mi cabeza y que resonaban cada vez más fuertes, “ya pues moreno”, seguía apremiando.
- Y tú, ¿a quién vienes a ver?
- A un amigo – le respondí sin querer involucrarme demasiado en una conversación que no sabía dónde podía acabar – al Ismael, lo que pasa es que aprovechamos de venir a verlo porque andábamos cerca.
- Que bien – silencio, incómodo silencio. Al mirarme de frente llevó su mano para darle sombra a sus inquietantes ojos verdes – ¿y de dónde son ustedes?
- De Santiago.
- Ah...
El silencio ensordecía. Reparé en su rostro del que le surcaban unas arrugas incipientes y del que transmitía una enorme tristeza, había estado llorando y no podía disimular las lágrimas que marcaban su cara o que habían corrido su maquillaje.
- ¿Por qué estás llorando? – y mientras escuchaba el final de mi pregunta que no pude retener, me censuraba mentalmente por la osada imprudencia de mi boca.
- Por mi hija, lo que pasa es que a ella no le gusta que yo está aquí y esta tarde tuvimos una pelea muy grande – sus ojos se perdieron en el cielo por un instante – ya llevo harto tiempo encerrada y todavía me queda, mi hermano dice que si me porto bien, en marzo me dejan libre. Y tú, ¿tienes hijos?
- Una que nace en enero, estoy muy ansioso es la primera. Preocupado por todo lo que se viene, parece que no es fácil.
- No, no es fácil, pero vale la pena intentarlo.
Extraño, estaba siendo aconsejado por ella sin darme cuenta y después de todo, parecía bastante lúcida.
- O sea – dijo volviendo luego de un rato – Eres joven, casado, te comprometiste con ilusiones y luego te casaste con argolla, tienes un buen trabajo y además estás esperando tu primer hijo que va a ser una niña que te va a trastornar la vida con solo mirarla por primera vez.
- Cierto, y eres bastante observadora.
- En tu caso no cuesta mucho, basta con mirar tu mano – dijo señalándome la izquierda - y luego tu cara para ponerse a imaginar todo lo demás. Tienes una vida muy bonita – no pudo retener la tristeza que se le escapó un poco por su voz – Cuesta doscientos mil pesos reparar la piscina - dijo cambiando abruptamente de tema - ya vinieron unas personas a verla y ahora las tías están viendo de dónde pueden sacar la plata. Sería muy bueno para mí, ya estoy cansada de imaginarme todo el rato nadando a pleno sol y pasando el calor del verano, si hasta me trajeron un traje de baño que espero usar.
- Es de esperar que junten luego la plata. ¿Te dolió mucho lo de tu hija? – silencio, ¿acaso no podía seguir conversando de trivialidades?, quién me dio el derecho de entrometerme en la vida de alguien que venía conociendo hace menos de diez minutos y menos preguntarle algo tan privado. Por supuesto no hubo respuesta, y no porque no quisiera hablar, sino porque hundió su cara en sus manos ocultando todas sus emociones. Fue decepcionante de mi parte sentir que por un instante le hacía la vida más amarga a alguien que ya había sufrido bastante– No te preocupes – me disculpé – no era mi intención ponerte mal. Sólo te puedo decir que trates de disfrutar el tiempo con tu hija y no permitas que sus diferencias las separen más de la cuenta, ten paciencia y recuerda que quedan pocos meses para que llegue marzo. Te recordaré en marzo y me gustaría imaginarte en tu propia casa con tu hija, bronceada por supuesto y feliz, muy feliz. Me llamo Cristián, ¿cuál es tu nombre?
- Elca Polonia, pero me gusta que me digan Pola, por la cercanía.
- Bonito, primera vez que escucho el nombre Elca.
- Cierto, es poco común. Mi madre se llamaba Polonia y también le decían Pola. Me gusta parecerme a ella y además Pola es más amistoso, como yo.
- Ya veo.
- ¿Te pido un favor moreno?
- Dime.
- ¿Me puedes comprar una bebida?
- Claro.
- Pero no tienes que decirle a las tías porque se van a enojar conmigo.
- Bueno, no te preocupes.
- Pero sería un regalo de tu parte porque yo no tengo plata.
- Cuando salga te voy a traer una Coca Cola.
- ¡No!, no nos dejan tomar esa bebida acá adentro, mejor trae una Pap, esa me gusta harto.
- Bueno, una Papaya entonces, y yo te la compro, no te preocupes.
- ¿Puedo confiar en ti?
- Por supuesto, te doy mi palabra.
Dicho esto, me despedí de ella deseándole que se mejorara y que pasara rápido el tiempo para que volviera con los suyos. Cuando volví a las bancas, el padre ya se estaba despidiendo del Ismael, del amistoso Ismael que ahora jugaba con una bolita entre sus dedos y escuchaba atentamente. Que se portara bien, que hiciera caso a las tías y que no se metiera en problemas, que mañana pasaría a verle y le traería ropa limpia y la pasta dental que reclamaba.
Al volver al salón, las tías estaban preparando las mesas para darles de comer, algunos ayudaban a poner las sillas, otros se acomodaban en estas mientras eran apremiados por sus compañeros. De un sillón escondido se levantó una niña, notablemente molesta con nuestra presencia, cruzándose en medio de todos hasta su habitación. Finalmente entra la Pola, aferrada a sus escasas pertenencias, dispuesta al disfrute de la cena con los que podrían ser sus amigos, o compañeros de cautiverio tal vez. Antes de volverme al pasillo que hace de antesala a este submundo, me devolví para cerrar la mampara no sin antes despedirme de ella con un gesto, me lo respondió con una mirada de complicidad, tal vez en eso me convertí para ella, en un cómplice de algo que le estaba vetado por muy simple que fuera, una inocente bebida. Nuevamente, su mirada se perdió en la inmensidad.
Al llegar al auto detuve a mi amigo, el padre, para contarle lo ocurrido, que necesitaba hacer la compra de ese invaluable brebaje, le pregunté si era muy complicado, que si estaba permitido por las tías.
- Es complicado – me dijo – pero no te preocupes que ellos tienen de todo para estar bien, así es que mejor deja eso de lado que además son un poco complicadas las tías con cosas como estas.
- Pero…
- En serio no te preocupes, déjalo así – dijo zanjando la cuestión - No me dio tiempo siquiera a apelar y ahí quedé medio aturdido y sin ninguna posibilidad. En fin, él sabe cómo funciona este sistema yo era un simple intruso.
Cuando reparé en los demás, ya se encontraban dispuestos a reanudar la vuelta a Santiago. Me subí al auto y comenzó la marcha, me encerré en mi mundo mirando hacia el cielo, como la Pola, perdido en lo que acababa de suceder. Una angustia galopante me invadió, necesitaba urgente un poco de realidad, de la realidad que aceptaba y a la que estaba acostumbrado. Tomé el celular y llamé a casa nuevamente sin calcular el tiempo transcurrido, por el otro lado de la línea mi esposa me reclamaba por la hora y de lo inconsciente que había sido al no avisarle de mi retraso, que estaba muy preocupada… esa era mi realidad, mi amada realidad a la que este submundo recién visitado y dejado atrás de golpe no entraba, que solo accedía por unas pocas vías pero al que nunca acudía por elección propia. Necesitaba un plato de sopa caliente, un jugo ordinario, un café con crema, necesitaba urgente un generoso abrazo de mi amada y de paso sentir cómo mi hija me saludaba con unas cuantas pataditas desde esa enorme barriga. Necesitaba disfrutar de cosas simples a las que ellos no tienen derecho a acceder, no por insolencia o por creerme superior, sino por necesidad.
Esto se ha transformado en un recuerdo extraño y un tanto desgarrador. Espero algún día cumplir con mi palabra, espero algún día pagar mi promesa de comprar aquella bendita bebida y dar algo de goce a aquella mujer que la felicidad le ha sido esquiva, que vive en una burbuja a la espera de cuidados ajenos. Algún día... mientras tanto te recordaré con tu cabello alborotado y pintado de amarillo que cubría tu rostro del que brotaban, traspasando tu mirada perdida, lágrimas colmadas de frustraciones a la espera de algún consuelo, o un simple abrazo. Te recordaré Elca Polonia… Pola, gracias por tu cercanía.