jueves, 26 de noviembre de 2009

Subjetividades

La comunicación, es algo esencial para nuestra convivencia, parte intrínseca de nuestra existencia. Sin embargo sus formas, muchas veces no transmiten lo que realmente queremos decir. Un medio escrito por ejemplo, no expresa necesariamente lo que realmente pensamos, como dicen por ahí, frase detestable en algunos casos, el papel aguanta mucho. Tal vez sea porque este medio, el escrito, permite ocultar las verdaderas intenciones, o por el contrario, mostrar nuestras verdaderas intenciones o hacerlo a medias.

En ese sentido, la tecnología ha sido un real avance, pero con justificadas limitaciones, se hace necesario por ejemplo, que cuando hablamos virtualmente con alguien, o cuando chateamos, en más de una oportunidad y para dar énfasis a lo escrito, utilicemos los llamados emoticones, colocando una cara sonriente cuando estamos conformes con lo leído, o cuando consentimos al personaje del otro lado. ESCRIBIMOS CON MAYÚSCULA CUANDO ESTAMOS ENOJADOS, y cosas por el estilo.

Cuando enviamos un correo, planteando una situación o algún punto de vista, o al responder un asunto, a pesar de que lo escrito puede estar bastante claro, siempre existe la posibilidad de que la interpretación final, no sea lo que realmente comunicamos, o tratamos de comunicar.

Para la comunicación convencional, la hablada, se hace necesario también utilizar el sentido de la vista. Ya leí por ahí que lo expresado debe necesariamente conectarse con nuestros gestos, ademanes o postura, atributos necesarios para comunicar a la perfección el mensaje transmitido audíblemente. No le creeríamos, por ejemplo, a alguien que nos responde que está bien, si tiene un rostro triste. No creeríamos en el interés de alguien por algún asunto, si muestra una actitud displicente.
O cuando enviamos un recado, existe la posibilidad de que nuestro mensaje llege distorsionado a su destino. Entiendo entonces, que el medio original de comunicarnos, el hablado presencialmente, resulta el más eficaz. Todos los otros, no hacen más que emular limitadamente a veces, este tipo de comunicación. Además, cuando hablamos presencialmente se reducen las subjetividades. Al prestar atención a nuestro interlocutor, podemos captar perfectamente incluso su intención, si está siendo irónico, si miente, si está feliz, triste, preocupado, esperanzado, en fin, nos ayuda a hacernos de una idea clara, respecto de lo que nos quieren comunicar, así como ofrece la oportunidad de que nuestro interlocutor, se haga también de una idea clara de lo nosotros queremos comunicar. Inclusive, si creemos que lo que nos comunican tiene un mensaje subliminal o entre líneas, tenemos la oportunidad de preguntar de frente, sin tapujos y mirándose a la cara.
Concluyo entonces, que en los temas importantes, sobre cuando hay que zanjar asuntos, se hace necesario, imprescindible incluso, hablar las cosas de modo presencial. Toda la tecnología o avances que nos pudieren dar una mano, resultan mediocres.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Mi esposa, mi ex y yo

Las vueltas de la vida resultan imprecisas, inconexas y difíciles, hasta imposibles de prever. Río, y lo hago de buena gana al pensar en lo que me sucedió este fin de semana.

Con mi esposa, fuimos a un importante evento en el que había un mar de gente, muchas caras y rostros desconocidos se nos cruzaron durante los días en los que estuvimos presentes. Hasta que llegado el momento nos cruzamos con la que, según yo, aparentemente era la que se había convertido en mi primera pseudo relación amorosa, y efectivamente se trataba de ella. Estuvimos muchos años juntos, primero como compañeros de colegio, luego como amigos, y finalmente, como algo más que amigos. La relación se volvió un poco tortuosa al final, y debo admitir que eso correspondió estrictamente a todas mis inseguridades de aquella época. A pesar de eso, guardo muy buenos recuerdos de aquella relación.

En más de una oportunidad hemos conversado el tema con mi esposa -sanamente-, y nunca fue objeto de discusiones, mucho menos de dudas traducidas en celos.

Sin embargo, lo que paso a relatar no es más que una muestra de las diferentes formas de pensar, o de la distinta forma de ver las cosas que tenemos ambos géneros. Lo que para nosotros no pasa a formar más que una anécdota, para ellas es todo un evento con matices escondidos, caras y gestos que ocultan trasfondos, situaciones aparentemente simples pero con agravantes.

Caminábamos tranquilamente saludando a nuestros conocidos y amigos, cuando de pronto me encuentro con aquel rostro que en un comienzo me pareció ligeramente familiar. Seguimos adelante avanzando sin mayores contratiempos. Sin embargo, cuando nos detuvimos a conversar con una amiga en común, y luego de despedirnos de ella, nos topamos a boca de jarro con aquella persona, y ahí estábamos, la situación era inevitable y no daba pié a ningún escape, no por algún sentimiento guardado, más que el de cariño, sino por la incomodidad tal vez, que le podía producir aquel extraño encuentro con mi pasado a mi esposa. Esta situación nunca la había vivido, la había visto en películas, leído en libros, escuchado en canciones o de paso a algún amigo, qué sé yo, el tema es que nunca me había tocado ser el protagonista de un encuentro tan singular que me llegó como un certero golpe en los testículos.

En un comienzo ella se acercó rápida y gravemente para otorgarme un fuerte abrazo, que correspondí igualmente porque en el fondo, me resultaba agradable verla por la razón que sea, tal vez para contarnos algo acerca de cómo habían marchado nuestras vidas luego de nuestro silencioso rompimiento. “Que gusto verte” -me decía ella en medio de aquel prolongado abrazo-. “Te presento a mi familia” -le dije mientras acercaba con un gesto a mi esposa y a mi hija-. “Mucho gusto” -respondió mi esposa-, luego de saber anticipadamente con quién se estaba saludando. “Y yo te presento a mi novio” -dijo ella-, señalando a un mal educado personaje que tacañamente nos tendió la mano, mientras que con su rostro de expresión satisfecha y desagradable, tal vez me insultaba por lo bajo. Probablemente ya le habían advertido de nuestra presencia. El asunto es que luego de aquel insano saludo, se dio media vuelta y siguió conversando con alguien, daba lo mismo.

Todo bien, conversamos de trivialidades, inclusive descaradamente me permití la oportunidad para bromear con la situación, ya que por lo menos para mí es un tema superado hace muchos años. Inclusive ofrecieron tomarnos una foto a la que accedimos, no gustosos, pero con la mayor de las cordialidades. Me imagino que cualquiera que pasaba por ahí, pensaba en nosotros solamente como en un grupo de buenos amigos, reunidos luego de años. Mi esposa se comportó como toda la dama que es, con seguridad y confianza, se notaba que para ella tampoco pasaba en esos momentos, de ser más que una anécdota que contar con el tiempo.

El “te estuve llamando...”, quedó flotando en el aire. ¿Habré escuchado bien?. Me cuenta mi esposa que la frase aquella sacó desde su rostro una expresión de extraña sorpresa, que obligó a mi amiga, quien reparó en aquella expresión de mi amada, posiblemente traduciéndola como una afrenta, tanto que se sintió en la obligación auto impuesta de ofrendarnos alguna que otra explicación. Efectivamente me había estado llamando a mi anterior oficina, aunque del mismo trabajo. Su razón fue que necesitaba algo relacionado con mi pega y había estado tratando de establecer contacto. Le conté que me había cambiado de departamento por lo tanto ahora estaba en otra oficina, pero que con gusto la ayudaría, le ofrecí mi número telefónico, el que presurosa anotó en su celular. En lo personal, ésto no es más que una muestra de mi inocente buena voluntad, guardando las proporciones del caso por supuesto. Pero mi esposa no pensó lo mismo, supongo que por lo aparentemente obvio de la situación, mucho menos al reparar en que el número telefónico que esperaba recibir fuera el de mi celular.

Esa noche casi dormí en el living, mi buena voluntad me jugó una mala pasada, aunque creo, mirando en retrospectiva, que no fue más que un error interpretativo. En ese sentido, cualquiera puede interpretar la situación al modo que le parezca, otorgándole motivos, sentimientos, pensamientos, intenciones, en fin. El tema es que, tal como lo dije anteriormente, para mí no es más que una anécdota, sin interpretaciones anexas ni mensajes subliminales. Aunque igual, creo que metí las patas...

domingo, 1 de noviembre de 2009

Ven

Ven lentamente a estar junto a mí, antes que el silencio nos acuse de complicidad, antes que nuestras sombras no se resistan y caigan abatidas luego del baile que danzan descalzas. Démosle la razón al silencio y sé mi cómplice en esta loca idea de disfrutar de la oscuridad de la noche, juntos y escondidos tras nuestras palabras, tras nuestras canciones, nuestros poemas y recuerdos, dejemos que éstos nos amparen y cobijen bajo su alero.

Quédate a mi lado en este reducido espacio que puede convertirse en nuestro universo, sin paralelo ni referente. Trae contigo las caricias guardadas hace un tiempo ya, esas que me pertenecen, que yo por mi parte estoy contando y revisando las por mí guardadas. Trae también esos besos que se encuentran atorados en tus labios, los que son míos por derecho y voluntad, y que se apilan sin orden alguno en mi mente.

Te recibiré con un urgente abrazo, otorgado en mi imaginación miles de días atrás, estando yo deseoso de tu alma, de tus palabras, de tu aroma, de tu iluminado rostro, de tus delicadas manos.

El día se inquieta ante tu llegada. Tiembla la tierra por la cercanía de tu presencia, se alteran los ríos como zigzagueantes venas que se abren paso a través de la árida y quebradiza tierra. Los pinos danzan, las viñas reclaman su vendimia. El viento pronuncia tu nombre combirtiéndolo en una suave melodía, el viento me acerca tu aroma a tierra mojada, jazmín y rosas maduras.

Esta vez ya no puedo escuchar mi voz, sólo el recuerdo de la tuya me ampara en esta hora en que se detuvo el tiempo, dando paso a tu espera, la que espero, la que ansío. En ti murieron mis penas y mis miedos. En ti vivió mi alegría. Por ti sueño, por ti espero, por ti vivo.

Ven conmigo, ven que te necesito, ven que eres mía, ven que me haces falta. Ven.