Cada inicio
de temporada el enano de nombre Martín se acerca a la taquilla de un teatro en
el barrio Bellavista y compra su entrada para presenciar el estreno. Esta vez
se acomodó sin compañía en la butaca. Estaba ansioso al ver que ya se cumplía
la hora para presenciar la esperada obra.
Nadie
reparó en él.
Nadie notó
que sus lágrimas inundaron su corta camisa hasta mojar sus zapatillas rojas.
Nadie
reparó en la infinita aflicción de su rostro.
Nadie
reparó en que su pulso se desvaneció, tal como la obra que acababan de
presenciar.