domingo, 7 de noviembre de 2010

Carta a Johanna

Te recuerdo de pequeña, siempre presente, siempre a mi lado. ¿Recuerdas las eternas caminatas al colegio?, muchas de ellas las caminábamos en medio de una persistente lluvia, con el viento y las calles anegadas en contra. Nuestra rutina era simple, sencilla. No teníamos mayores responsabilidades más que las de estudiar, y hacer los quehaceres de la casa (tú arriba y yo abajo), aparte de eso, simplemente vivir. Qué tiempos más añejos, ajenos ya y no más que sujetos a persistentes y agradables recuerdos.

Te pregunto si fuiste feliz, te pregunto si tuviste alguna carencia. No me respondes porque ya sé la respuesta, la puedo leer perfectamente en tu rostro.

Cuando daban las 7 de la tarde, como cada tarde, esperábamos ansiosos a los viejos, los que volvían a casa luego de una agotadora jornada. Nos subíamos a mi cama y juntos nos retábamos para ver quién era el primero en verlos, para después de saludarlos, también recibir los dulces de turno que nos traían.

“Yo quería ser mayor”, rezaba entre estrofas la canción que remedábamos riéndonos sin poder parar arriba de una paciente silla. No teníamos conciencia del mañana, no sabíamos lo que el futuro nos deparaba, lo creíamos nuestro así como también nos creíamos dueños de la vida. Nada malo nos podría pasar. Hoy, ya maduros, pensamos distinto, seguro de que cambiaríamos muchas cosas sin embargo, seguros también de haber hecho otras tantas bien.
Tengo recuerdos revueltos, no sabría darle un orden cronológico a lo que ha sido mi vida junto a ti, sobre todo al pasado juntos. Lo único que sé y de lo que estoy seguro, es que tú estuviste siempre, como hasta ahora.

Por otro lado, recuerdo las viejas onces con té junto a una marraqueta recién hecha y a un huevo frito comido directamente de nuestras respectivas pailas. Recuerdo nuestro “teléfono”, uno de nuestros mayores inventos y que nos unía a través de una eterna lana reciclada y dos envases de yogurt, en donde me llegaba tu voz distorsionada y distante.

Fuiste una niña inteligente e ingeniosa, un poco arisca como hasta ahora, un tanto introvertida pero a la vez cercana. Eras de amigos y amigas, aunque en un círculo pequeño. Al respecto, debo decirlo y tal como en mi caso, no acertaste en la elección de muchos de ellos a lo largo del tiempo, pero tenías la suficiente entereza como para pasar la tijera imaginaria y vetar a unos cuantos.

De pronto te casaste, sin miramientos y con muchas aprensiones. Me regalaste un nuevo hermano.

Te pregunto si eres feliz hoy que cumples 7 años ya de unión con el “Ratón”, no me respondes porque ya sé la respuesta, hoy me lo aclaraste, hoy que ves las cosas como deben ser, hoy que te tengo devuelta y aunque no puedo ver la respuesta directamente de tu rostro como quisiera, sí se leer entre las líneas de tus palabras, porque así lo quiero, porque así ha sido siempre. Porque me importa.

Producto de su amor mutuo les nació nuestra amada Josefa, aquella personita especial que vino a cambiarnos la vida y que hasta hoy nos sigue sorprendiendo con sus ideas, con su chillona vocecilla o simplemente con sus inocentes locuras y presencia. Los tres nos han colmado de bienestar, ya que de todo lo malo, lo bueno se impone y estoy seguro de que repetirías tu historia una y mil veces, tal como yo repetiría la mía.

Me dices que soy tu cable a tierra y yo alego mentalmente por aquel tan osado título. Título que acepto y aunque no ostento, me convida un tanto de sano orgullo cuando repaso mentalmente tus historias, sobre todo las últimas.

¿Cómo no agradecer un día como hoy tu incondicionalidad, tus palabras, tus consuelos? Eras mi hombro cuando llegaba a casa abatido de un gastado amor, de rompimientos, de desilusiones. ¿Y qué decir de mi amada Daniela, tu amiga y mi ahora esposa? Conoces todos los pormenores de la historia que cambió mi vida. No sabría vivir de otro modo y sabes que tú tuviste mucho que ver en ésta. Gracias, simplemente gracias.

Tenemos un mismo origen, llevamos la misma sangre y sin embargo, somos diferentes. Fuimos hermanos, fuimos amigos, fuimos consejeros y confidentes, fuimos lo que hasta hoy somos, algo más que simples hermanos.

2 comentarios:

Johanna dijo...

Me vas ha hacer llorar todo el dia...me cai mal y te amo por eso....recuerdas cunado el Romano se robo tu bistec, jajajajaja yo lo mire todo el rato y a ti tambien y no hacia nada... jajajajaja, tu etabas embobado viendo la tele.

El mejor regalo que he tenido en estos siete años, ademas de mi Antonia... los amo muchisimo, escribo entre lagrimas, no puedo dejar de emocionarme, lo leere una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez... mi mejor regalo.

Bellisimo, muchas gracias.

Danna dijo...

Hasta a mi me hiciste llorar tonton!!!
Te amo, y amo a tu hermana, por tener tu sangre y tu mirada, por haber crecido junto a ti, por haberte cuidado y escuchado cuando lo necesitaste, por haber sido niña junto a ti y que conserves tan bellos recuerdos de esta "loquilla". Pero también por que he aprendido a conocerla y la llevo muy dentro mio, como una hermana màs. Ella es la culpable de mi felicidad y le doy las gracias, una y mil veces. Solo espero que ella aprenda tambièn a ser feliz, a dejar la pena atras, a seguir adelante, salir airosa y orgullosa de superar sus pesares.
Los amo mucho ratones al cubo. Besos