sábado, 30 de mayo de 2009

Recuerdos

En cada bolsillo llevo conmigo miles de recuerdos. Recuerdos añejos y nuevos que andan a cuestas conmigo. Muchas veces recurro a ellos para conseguir alguna alegría, consuelo, nuevas perspectivas, remembranzas de tiempos pasados y no tantos, escritos para siempre en mi memoria.

Soy de la generación del Atari. Cuántas veces tuvimos que jugar al tenis mientras esperábamos que la adorada consola leyera todo el casete, estancándonos en una espera obligada que para nosotros era eterna (incluso tal vez ya lo confundo porque no estoy seguro de que el Arati se cargaba con un casete o un cartridge, pero seguro de que había uno) Jugábamos el emocionante Space Invaders o a la Rana que trataba de cruzar una calle y luego un rio por unos troncos de distintos tamaños.

Soy de la generación que se tomaba la calle de su casa con los amigos para jugar a la pelota, a la pinta, al pillarse, al corte cadena, al tombo, a las bolitas, al caballito bronce, al trompo – que no es lo mismo que el tombo -, de los que le dábamos vuelta a la cuerda para que las niñas jugaran a saltar mientras cantaban canciones pegajosas. De los que teníamos soldaditos de plástico verde que hacíamos volar comprando petardos a 5 pesos, y que luego los seguíamos usando creyendo que eran combatientes de otras batallas con heridas de guerra.
Soy de la generación de monos animados deprimentes, los precursores tal vez de los guiones de las comedias mexicanas o venezolanas actuales. Qué decir por ejemplo de Marco, que perdía a su madre por allá por Italia y salía tras su búsqueda solo y pasando penurias, y que cuando finalmente la encuentra en Argentina – creo - alcanza a abrazarla y a decirle algo y finalmente se muere en sus brazos. ¿Qué intentaban hacernos?, ¿traumatizarnos de algún modo?, ¿convencernos de lo afortunados que fuimos al poseer lo que teníamos y de contentarnos con esas cosas a costa de ver el sufrimiento ajeno?

Soy de la generación que iba por el pan y los huevos o los tomates de la once, luego de que la mamá regara el árbol de la calle y barriera el patio. Siempre eran ¾ de pan, los que llegaban pesando una mitad de marraqueta menos.

Los recuerdos hacen más ameno nuestro presente y nos hacen enfrentar nuestro futuro con historias a nuestras espaldas. Se sostienen en un pasado a veces perdido, a veces olvidado, pero sin duda, siempre presente. Después de todo, ¿qué sería una mente sin recuerdos?

2 comentarios:

Danna dijo...

Recuerdos, recuerdos de una infancia que se me hace tan lejana en estos momentos. Marcos, Candy, Heidi... historias inocentes (aunque bastante tragicas) llenas de ideologias y enseñanzas nada que ver con los dibujos animados de hoy... Llegar del colegio en invierno a comer la platada de porotos o la cazuela calientita de mamá. Inocentes, sin responsabilidades... jugando al saltar la cuerda "manzanita del peru cuantos años tienes tu..." "todavia no lo se pero pronto lo sabre..." y dale saltando... que diferencia con la infancia y pre adolecencia actual que se disfraza para demostrarle al mundo que es distinta, que jamas juegan mas que al "Play" que se meten en el pc y no comparten mas que on-line... que comen en sus piezas, que no comparten con padres y hermanos, que pedirles que vayan a comprar el pan es arriesgarse a un par de insolencias, que si los dibujos animados no tienen sangre no valen, que todo lo relacionado con adultos es tonto, fome y plop.
Ay ay ay como extraño aquellos años inocentes, como desearia que mi porota creciera en un mundo mas sano y libre de la basura de hoy

Te amo
Te amamos

Cristián dijo...

Cierto, se nos viene difícil la pega pero le pondremos todo el empeño posible.

Te amo.