
¿Cuándo dejamos de soñar?
¿Cuándo nos sumimos
en la maraña de lo cotidiano -de la “adultez”- dando paso a la vida responsable, libre de sueños e imaginación?
Los sueños son reemplazados por esperanza, la imaginación y anhelos por realidades.
Son muchas las restricciones que nos imponemos o las que nos imponen
nuestros estilos de vida encausados. Pero la verdad, es que en ocasiones necesitamos
urgentemente soñar e imaginar. Expandir nuestro universo imaginario.
Los sueños nos abstraen hacia un descanso personal que nos permite
continuar, sobre todo cuando las presiones se vuelven un tanto complejas.
Soñar es fácil, pero difícil para una mente adulta llena de
prejuicios hacia ellos. Para un menor esto se logra por inercia – conducta envidiable-,
para un adulto resulta casi utópico. Extraño, considerando que las cosas que
ahora son una realidad como la TV, la telefonía celular, las resonancias
magnéticas, visitar Marte, etc., etc., etc., fueron simples sueños y parte de una mente
llena de imaginación hace unas cuantas décadas.
Generalmente despierto sin saber en lo que soñé. Generalmente debo
hacer un esfuerzo -casi siempre infructífero- para recordar en qué divagó mi
subconsciente durante la noche. Cuando logro recordar, simplemente le doy un
par de vueltas, lo cuento rara vez, y luego lo guardo en un cuarto de difícil
acceso en mi tacaña mente.

Los residuos de sueños inconclusos golpean mi cabeza y resuenan
presurosos hoy que los evoco. Tomo tu mano y juntos caminamos a través de nuestra
hermosa realidad. Consciente de que pronto, si no sueltas mi mano, terminaremos
por pintar juntos los trazos de sueños y anhelos dormidos.
Sigamos soñando.