Las semillas que lanzamos al
aire –metafóricamente hablando- tarde o temprano germinan. El fruto, ganancia
directa de nuestros intereses, es satisfactorio cuando resulta en lo esperado,
lo que nos sosiega el espíritu. Aquel fruto siempre puede ser cada vez mejor,
en la medida del empeño que involucremos y de las circunstancias. Lo importante
es no desfallecer en el objetivo de perfeccionar el resultado.
En ocasiones, es preciso
aprender de las lecciones vividas por nosotros mismos, en otras, el derroche de
sabiduría se manifiesta cuando aprendemos de los errores ajenos. ¿Para qué
esperar que la vida nos enseñe a palos si justamente podemos evitar aquella
golpiza?
La observancia de ciertos
principios, a los que podríamos sumar el sentido común, deberían regir
íntegramente nuestras acciones, lo que se dificulta ya que muchos factores pudieran
jugarnos en contra, pero lo importante, tal como en las odiadas matemáticas, es
el resultado final. Aquel resultante nos puede definir interior y
exteriormente, de tal forma que podemos llegar a ser intransigentes en muchos
asuntos o más relajados en otros.
¿El secreto?
Caer pero volver a ponerse
en pie, por trillado que suene, debiera ser la clave. La paciencia,
persistencia, la constancia, entre otras cualidades, nos ayudará en este objetivo.
Por otro lado la derrota, el sentimiento de incapacidad, de desilusión, y
tantos otros de negativismo, definitivamente no deben afectar nuestra voluntad,
lo que bien pudiera transformarse en un patrón persistente de conducta nociva,
hostil y hasta desafiante, excesivo para el contexto sociocultural y el nivel
de desarrollo personal que podamos alcanzar y que pudiera igualmente causar un
deterioro significativo en nuestro funcionamiento y trato social.
Podemos, y debemos, buscar
un espacio mediante el cual escapar de este tipo de conductas, abriéndonos paso
hacia un sendero más calmo, que nos haga cavilar en la quietud, terreno fértil
para un auto análisis sincero y descarnado, con una clara visión de superación
personal.
Una conclusión precipitada
La prosperidad de las semillas
arrojadas en nuevos terrenos, comenzando por trazos tal vez antes no
contemplados, es lo que nos debe motivar en nuestro objetivo de ver un
resultado favorable, el esperado, siendo hasta ambiciosos en los intentos pero sin
llegar al egoísmo, y buscando pacientemente la superación. El conformismo pareciera
no tener cabida, contrario a ello, las lecciones aprendidas en el camino son indubitablemente
útiles y recomendables.