De todos los detalles y características que nos distinguen como chilenos, de todo lo bueno, lo malo, lo regular, lo excelso, lo curioso… creo que lo más asertivo es nuestro vocabulario, que hace las veces de tácito rótulo que nos etiqueta ante el resto del mundo, formando parte de nuestro ADN colectivo. Como tal, forma parte de un especie de submundo del vocabulario.
Sin dudas estamos apartados en el mapa, recluidos en una larga franja de tierra rodeada de mar, de un amplio desierto, de macizas montañas, de imponentes bosques. Sin embargo, nuestro vocabulario nos distingue de tal modo que, aunque no lo quisiéramos, no podríamos pasar desapercibidos ante la analítica mirada de algún desconocido.
Al respecto debo comentar que este no es un tema nuevo ni tampoco pretende serlo, a estas alturas se ha escrito en más de una oportunidad algunos diccionarios y hasta tutoriales para que afuerinos logren sobrevivir a nuestra idiosincrasia, con lenguaje y todo.
Como dato curioso, nuestro coloquial lenguaje este año hizo temblar a la RAE, estableciéndose como un año creativo para el acuñamiento de nuevas palabras chilenas, en donde aportamos destacadas singularidades a nuestro hablamiento, las que se codificaron y definieron en esta prestigiosa Institución.
Mi anterior analogía nace de una particularidad un tanto repetida, ¿contradictorio?, no para mí, tal como lo paso a relatar. Mi hija, de menos de 2 años, cada día amplía más su hasta ahora limitado vocabulario; a estas alturas ya no son palabras sueltas con su aparente sinsentido, fácilmente emplea dentro de una misma oración como promedio entre 3 a 5 palabras. Sin embargo, hace un par de días, grande fue mi sorpresa al preguntarle si tenía sueño, su respuesta, salida naturalmente de su delicada boquita fue simplemente, “No po”, respuesta que quedó flotando en el aire ante mi evidente asombro. Lógico, la adorable chilenita de mi hija, cada día se amolda más a nuestra informal idiosincrasia, abriéndose paso por los intrincados laberintos de nuestra identidad.
El po, o poh, que se define como “pues”, es una palabra que puede ser usada sin discriminación en la mayoría de las oraciones, y al final de estas, para enfatizar una idea, también puede ser utilizada en cualquier tono, en cualquier circunstancia que sea pertinente socialmente, y por qué no decirlo, en las no pertinentes también. Incluso, si no estuviésemos tan concentrados, lo más probable es que a la jueza de turno le diéramos por respuesta un “Sí po”, cuando hace la famosilla pregunta de si aceptamos a la otra persona como nuestra esposa, quien sabe, tal vez en más de una oportunidad ha ocurrido así. El po es nuestro comodín que nace visceralmente en nuestro hablamiento, casi tan nuestro como el Súper 8 (por qué no decirlo)
Nos correspondió vivir y desarrollarnos en esta parte del mundo, adoptando cada una de las cosas que nos hacen únicos, buenas y malas también. Mientras tanto, voluntaria o involuntariamente, mantendremos nuestro hablamiento, renovándolo constantemente con nuevas e ingeniosas peculiaridades. ¡Claro que si po!
1 comentario:
Viva Chile ... poh!
Y date con una piedra en el pecho que lo único que le escuchaste a la Antonia es eso. Supieras todo lo que yo he aprendido de un adolescente de 13. ¡Ni te cuento!
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