Según los cánones de comportamiento social, caballero es una persona que ejerce una conducta permanente que demuestra su educación y buenos modales en una determinada situación social, atávico exclusivamente al género masculino. El equivalente femenino sería dama.
Por otro lado, se puede utilizar para señalar, impersonalmente, la condición de edad avanzada de cierto individuo.
Lamentablemente esta semana en el trabajo, me tocó enfrentar personalmente la segunda aplicación de aquella palabra, luego de que un incidente diera cuenta de mi edad, que si bien no es tan avanzada, sí lo puede llegar a ser desde la limitada perspectiva de un adolecente, o para quien está saliendo de aquella tan corta etapa (comparada con lo que se nos viene después)
Estaba trabajando normalmente cuando requerí una impresión de un documento. La impresora se encuentra arrinconada en un pasillo y es de uso común por lo tanto, hay que acercarse a la misma y tener la precaución de no quedarse con documentos de otros funcionarios. El asunto es que al llegar a buscar mi impresión, se encontraba una compañera nueva de otro departamento esperando las suyas, que al ojo no debe superar los 23 años, así que esperé pacientemente que terminara de recibir sus impresiones, que eran muchas, para solicitarle luego las mías que deberían de estar en medio del abultado legajo que seguía escupiendo la multifuncional. De ello habrán pasado unos pocos minutos cuando de pronto, se acercaron otros 2 compañeros tras la misma tarea. A esas alturas la impresión de la primera compañera ya había terminado y ella estaba ensimismada separando papeles. Cuando finalizó, le entregó las impresiones a los otros 2 que habían llegado hace un momento, y dejó mis impresiones en la bandeja. Percatándose de la situación, uno del grupo le pregunta “¿Y esos otros?” -refiriéndose a mis documentos los cuales había dejado en la bandeja- “Son del caballero” –respondió-…
“Son del caballero”, distinto hubiese sido de haber dicho algo así como “Son de él, que es un caballero” (obviando el hecho de que prácticamente no nos conocíamos), lo que sin lugar a dudas habría preferido por sobre aquella tan etiquetada observación, que para mi gusto rayó en lo peyorativo. Por supuesto el ambiente se convirtió en uno hilarante y bromeamos todos juntos respecto de mi condición de caballero (de acuerdo a la aplicación aludida en el relato). La agresora, percatándose de lo ocurrido se escabulló raudamente para continuar con sus labores, como ajena a la situación, como si no hubiere sido la que tuvo la osadía de restregarle en la cara la edad a un desconocido.
Dicha situación me hizo reparar en que, a pesar de no sentirme tan viejo a mis (a penas…) 32 años, la percepción de la gente respecto a mi persona, sobre todo de las que componen la franja etaria referida anteriormente, es de estar frente a un tata, así de simple, y en esto no tengo el recelo de caer en exageraciones ya que, haciendo un rápido recorrido mental, a esa edad yo mismo tenía esa impresión respecto a personas que estaban alejadas de la mía, la diferencia es que ahora me tocó a mí. No tengo nada contra ello, ya que cada uno es libre de ver las cosas a su antojo pero, inevitablemente me hizo sentir un tanto viejo, no decrépito, pero si me hizo pensar en mi como un adulto un tanto mayor.
Es verdad eso que dicen que la edad va por dentro y todo lo demás sin embargo, al pensar en lo pronto en que llegué a esta etapa, viviendo en la llanura de la línea para luego bajar inevitablemente hacia la vejez, se me aprieta un poco la guata. Así es la cosa, no podemos luchar naturalmente en contra del reloj, no podemos detenerle en la edad y período de nuestra preferencia, lo que sería un descubrimiento sublime y a la vez tan utópico como descubrir la fuente de la juventud. Mientras tanto, y mientras ello no ocurra por el medio que sea, seguiré por la vida como el caballero aquel; acepto dicho rótulo dignamente, casi como una conformidad, o más bien, con recelo a seguir avanzando luego de la presente etapa.
Finalmente, cada período en la vida debe tener grandes hitos a su haber. El hito de un caballero es ese, simplemente, ser un caballero, independiente del contexto.