"No me gusta el café instantáneo, y en ese momento anhelaba una taza de verdadero café. Le pregunté al hombre si no había café común, y movió la cabeza en forma negativa. -Éste es un bar de categoría- dijo sonriendo con un costado de la boca, y fue su única explicación" (Mario Levrero, La Ciudad (1970))
Hace poco me topé con este escritor uruguayo y me permití una oportunidad para conocer algo nuevo. Con simpleza en su forma, la historia va cautivando serenamente, sin apuros. Para ser franco, en un comienzo a esta nueva lectura le tuve más paciencia que expectativas, pero al poco andar ya me ha absorto. Aún no sé para dónde va el relato, los sucesos extraños ocurridos no hacen más que amontonar más y más dudas sobre la historia en sí. Es más, ya me he sorprendido fantaseando con dos posibles desenlaces, los que, por un lado me conformarían, o por otro lado superarían mis ahora elevadas expectativas sobre el relato aquel. Como ven, no doy lugar al eventual descontento.
Me sorprendió la cita que parafraseo al comienzo debido a mi necesidad, física y casi psicopática, que tengo de unos buenos cafés al día, los que apaciguan mis dolores de cabeza, o que me permiten un momento de relajo, o me despabilan en el trabajo al comienzo de una tarde perezosa. Si se trata de un cappuccino, pues venga una buena charla. Un latte antes de una siesta por favor. Pero, y por sobre cualquier otra alternativa, si se trata de un expreso, pues mejor aún, que sea doble.Y así para cada ocasión, memorable u ordinaria, un buen café siempre es bienvenido en mi vida.
En la primera cita con la que ahora es mi amada esposa, por ejemplo, recuerdo un agradable café helado coronado por un interminable cerro de crema y canela en polvo; la crema la abandoné al poco intento y terminó en el paladar de mi amada. Aquel fue un buen café conversado, en donde las horas se detuvieron para permitirnos, simplemente, un momento memorable, al que recurro cada vez que necesito tranquilidad para repasar los detalles una y otra vez, y más me convenzo de que a nuestra historia no le quitaría nada. Bueno, las cosas malas tal vez, aunque pensándolo bien, todo nos ha servido para dar forma a lo que ahora somos.
Por otro lado, en la pega el agradable café de las 11, en donde un pequeño grupo de amigos nos arrancábamos de nuestras rutinas para conversar de la vida o desahogarnos quitándonos de encima el peso de nuestras respectivas labores, las que ya a esa altura del día, nos tenía a casi todos llenos de contracturas. Era una terapia, buena terapia que se echa de menos.
En fin, en el ir y venir de mis días, un buen café, solo -o mejor- bien acompañado, siempre resulta anhelante. Venga entonces una taza de un verdadero café.
Café expreso doble o doppio: Es la extracción de café a partir de, aproximadamente, 14 gramos de café molido en un tiempo entre 40 y 50 segundos.
“Café maduro de aroma nuevo. De grano molido con manos alegres. De tostada ilusión que lo ve nacer”
Café expreso doble o doppio: Es la extracción de café a partir de, aproximadamente, 14 gramos de café molido en un tiempo entre 40 y 50 segundos.
“Café maduro de aroma nuevo. De grano molido con manos alegres. De tostada ilusión que lo ve nacer”