La maldita y embustera muerte a todos nos alcanza alguna vez, a unos antes, a otros después. Nos otorga un certero golpe que imposibilita cualquier tipo de resistencia.
De ese sombrío paisaje, del que alguna vez descancé en sus jardines acompañado de un libro, aprensiones, soledad y frustraciones, paradójicamente me otorgó devuelta una tranquilidad especial, la que hoy plasmo en retazos fotográficos.