Las vueltas de la vida resultan imprecisas, inconexas y difíciles, hasta imposibles de prever. Río, y lo hago de buena gana al pensar en lo que me sucedió este fin de semana.
Con mi esposa, fuimos a un importante evento en el que había un mar de gente, muchas caras y rostros desconocidos se nos cruzaron durante los días en los que estuvimos presentes. Hasta que llegado el momento nos cruzamos con la que, según yo, aparentemente era la que se había convertido en mi primera pseudo relación amorosa, y efectivamente se trataba de ella. Estuvimos muchos años juntos, primero como compañeros de colegio, luego como amigos, y finalmente, como algo más que amigos. La relación se volvió un poco tortuosa al final, y debo admitir que eso correspondió estrictamente a todas mis inseguridades de aquella época. A pesar de eso, guardo muy buenos recuerdos de aquella relación.
En más de una oportunidad hemos conversado el tema con mi esposa -sanamente-, y nunca fue objeto de discusiones, mucho menos de dudas traducidas en celos.
Sin embargo, lo que paso a relatar no es más que una muestra de las diferentes formas de pensar, o de la distinta forma de ver las cosas que tenemos ambos géneros. Lo que para nosotros no pasa a formar más que una anécdota, para ellas es todo un evento con matices escondidos, caras y gestos que ocultan trasfondos, situaciones aparentemente simples pero con agravantes.
Caminábamos tranquilamente saludando a nuestros conocidos y amigos, cuando de pronto me encuentro con aquel rostro que en un comienzo me pareció ligeramente familiar. Seguimos adelante avanzando sin mayores contratiempos. Sin embargo, cuando nos detuvimos a conversar con una amiga en común, y luego de despedirnos de ella, nos topamos a boca de jarro con aquella persona, y ahí estábamos, la situación era inevitable y no daba pié a ningún escape, no por algún sentimiento guardado, más que el de cariño, sino por la incomodidad tal vez, que le podía producir aquel extraño encuentro con mi pasado a mi esposa. Esta situación nunca la había vivido, la había visto en películas, leído en libros, escuchado en canciones o de paso a algún amigo, qué sé yo, el tema es que nunca me había tocado ser el protagonista de un encuentro tan singular que me llegó como un certero golpe en los testículos.
En un comienzo ella se acercó rápida y gravemente para otorgarme un fuerte abrazo, que correspondí igualmente porque en el fondo, me resultaba agradable verla por la razón que sea, tal vez para contarnos algo acerca de cómo habían marchado nuestras vidas luego de nuestro silencioso rompimiento. “Que gusto verte” -me decía ella en medio de aquel prolongado abrazo-. “Te presento a mi familia” -le dije mientras acercaba con un gesto a mi esposa y a mi hija-. “Mucho gusto” -respondió mi esposa-, luego de saber anticipadamente con quién se estaba saludando. “Y yo te presento a mi novio” -dijo ella-, señalando a un mal educado personaje que tacañamente nos tendió la mano, mientras que con su rostro de expresión satisfecha y desagradable, tal vez me insultaba por lo bajo. Probablemente ya le habían advertido de nuestra presencia. El asunto es que luego de aquel insano saludo, se dio media vuelta y siguió conversando con alguien, daba lo mismo.
Todo bien, conversamos de trivialidades, inclusive descaradamente me permití la oportunidad para bromear con la situación, ya que por lo menos para mí es un tema superado hace muchos años. Inclusive ofrecieron tomarnos una foto a la que accedimos, no gustosos, pero con la mayor de las cordialidades. Me imagino que cualquiera que pasaba por ahí, pensaba en nosotros solamente como en un grupo de buenos amigos, reunidos luego de años. Mi esposa se comportó como toda la dama que es, con seguridad y confianza, se notaba que para ella tampoco pasaba en esos momentos, de ser más que una anécdota que contar con el tiempo.
El “te estuve llamando...”, quedó flotando en el aire. ¿Habré escuchado bien?. Me cuenta mi esposa que la frase aquella sacó desde su rostro una expresión de extraña sorpresa, que obligó a mi amiga, quien reparó en aquella expresión de mi amada, posiblemente traduciéndola como una afrenta, tanto que se sintió en la obligación auto impuesta de ofrendarnos alguna que otra explicación. Efectivamente me había estado llamando a mi anterior oficina, aunque del mismo trabajo. Su razón fue que necesitaba algo relacionado con mi pega y había estado tratando de establecer contacto. Le conté que me había cambiado de departamento por lo tanto ahora estaba en otra oficina, pero que con gusto la ayudaría, le ofrecí mi número telefónico, el que presurosa anotó en su celular. En lo personal, ésto no es más que una muestra de mi inocente buena voluntad, guardando las proporciones del caso por supuesto. Pero mi esposa no pensó lo mismo, supongo que por lo aparentemente obvio de la situación, mucho menos al reparar en que el número telefónico que esperaba recibir fuera el de mi celular.
Esa noche casi dormí en el living, mi buena voluntad me jugó una mala pasada, aunque creo, mirando en retrospectiva, que no fue más que un error interpretativo. En ese sentido, cualquiera puede interpretar la situación al modo que le parezca, otorgándole motivos, sentimientos, pensamientos, intenciones, en fin. El tema es que, tal como lo dije anteriormente, para mí no es más que una anécdota, sin interpretaciones anexas ni mensajes subliminales. Aunque igual, creo que metí las patas...
Con mi esposa, fuimos a un importante evento en el que había un mar de gente, muchas caras y rostros desconocidos se nos cruzaron durante los días en los que estuvimos presentes. Hasta que llegado el momento nos cruzamos con la que, según yo, aparentemente era la que se había convertido en mi primera pseudo relación amorosa, y efectivamente se trataba de ella. Estuvimos muchos años juntos, primero como compañeros de colegio, luego como amigos, y finalmente, como algo más que amigos. La relación se volvió un poco tortuosa al final, y debo admitir que eso correspondió estrictamente a todas mis inseguridades de aquella época. A pesar de eso, guardo muy buenos recuerdos de aquella relación.
En más de una oportunidad hemos conversado el tema con mi esposa -sanamente-, y nunca fue objeto de discusiones, mucho menos de dudas traducidas en celos.
Sin embargo, lo que paso a relatar no es más que una muestra de las diferentes formas de pensar, o de la distinta forma de ver las cosas que tenemos ambos géneros. Lo que para nosotros no pasa a formar más que una anécdota, para ellas es todo un evento con matices escondidos, caras y gestos que ocultan trasfondos, situaciones aparentemente simples pero con agravantes.
Caminábamos tranquilamente saludando a nuestros conocidos y amigos, cuando de pronto me encuentro con aquel rostro que en un comienzo me pareció ligeramente familiar. Seguimos adelante avanzando sin mayores contratiempos. Sin embargo, cuando nos detuvimos a conversar con una amiga en común, y luego de despedirnos de ella, nos topamos a boca de jarro con aquella persona, y ahí estábamos, la situación era inevitable y no daba pié a ningún escape, no por algún sentimiento guardado, más que el de cariño, sino por la incomodidad tal vez, que le podía producir aquel extraño encuentro con mi pasado a mi esposa. Esta situación nunca la había vivido, la había visto en películas, leído en libros, escuchado en canciones o de paso a algún amigo, qué sé yo, el tema es que nunca me había tocado ser el protagonista de un encuentro tan singular que me llegó como un certero golpe en los testículos.
En un comienzo ella se acercó rápida y gravemente para otorgarme un fuerte abrazo, que correspondí igualmente porque en el fondo, me resultaba agradable verla por la razón que sea, tal vez para contarnos algo acerca de cómo habían marchado nuestras vidas luego de nuestro silencioso rompimiento. “Que gusto verte” -me decía ella en medio de aquel prolongado abrazo-. “Te presento a mi familia” -le dije mientras acercaba con un gesto a mi esposa y a mi hija-. “Mucho gusto” -respondió mi esposa-, luego de saber anticipadamente con quién se estaba saludando. “Y yo te presento a mi novio” -dijo ella-, señalando a un mal educado personaje que tacañamente nos tendió la mano, mientras que con su rostro de expresión satisfecha y desagradable, tal vez me insultaba por lo bajo. Probablemente ya le habían advertido de nuestra presencia. El asunto es que luego de aquel insano saludo, se dio media vuelta y siguió conversando con alguien, daba lo mismo.
Todo bien, conversamos de trivialidades, inclusive descaradamente me permití la oportunidad para bromear con la situación, ya que por lo menos para mí es un tema superado hace muchos años. Inclusive ofrecieron tomarnos una foto a la que accedimos, no gustosos, pero con la mayor de las cordialidades. Me imagino que cualquiera que pasaba por ahí, pensaba en nosotros solamente como en un grupo de buenos amigos, reunidos luego de años. Mi esposa se comportó como toda la dama que es, con seguridad y confianza, se notaba que para ella tampoco pasaba en esos momentos, de ser más que una anécdota que contar con el tiempo.
El “te estuve llamando...”, quedó flotando en el aire. ¿Habré escuchado bien?. Me cuenta mi esposa que la frase aquella sacó desde su rostro una expresión de extraña sorpresa, que obligó a mi amiga, quien reparó en aquella expresión de mi amada, posiblemente traduciéndola como una afrenta, tanto que se sintió en la obligación auto impuesta de ofrendarnos alguna que otra explicación. Efectivamente me había estado llamando a mi anterior oficina, aunque del mismo trabajo. Su razón fue que necesitaba algo relacionado con mi pega y había estado tratando de establecer contacto. Le conté que me había cambiado de departamento por lo tanto ahora estaba en otra oficina, pero que con gusto la ayudaría, le ofrecí mi número telefónico, el que presurosa anotó en su celular. En lo personal, ésto no es más que una muestra de mi inocente buena voluntad, guardando las proporciones del caso por supuesto. Pero mi esposa no pensó lo mismo, supongo que por lo aparentemente obvio de la situación, mucho menos al reparar en que el número telefónico que esperaba recibir fuera el de mi celular.
Esa noche casi dormí en el living, mi buena voluntad me jugó una mala pasada, aunque creo, mirando en retrospectiva, que no fue más que un error interpretativo. En ese sentido, cualquiera puede interpretar la situación al modo que le parezca, otorgándole motivos, sentimientos, pensamientos, intenciones, en fin. El tema es que, tal como lo dije anteriormente, para mí no es más que una anécdota, sin interpretaciones anexas ni mensajes subliminales. Aunque igual, creo que metí las patas...
6 comentarios:
En el Living es poco el castigo, debería haber dormido en el balcón, que quiere que le diga mister, hay cosas que uno simplemente no debe hacer, excusable habría sido de tratarse solo de una vieja conocida o amiga, pero por lo que narra la situación fue un poco mas allá, tenga cuidado amigo mire que uno ve caras pero no corazones, recuerde otra máxima: "donde hubo fuego, brazas quedan", se que no es su caso, pero y uste' ¿sabe lo que piensa la ex?, no sea inocente, uste' mismo reconoce que en cuestión de féminas es muy complicado entender lo que realmente piensan, así que vaya pidiendo no mas que le cambien el numero telefonico, y no haga ni tal de ponerse atento por favor
Muy bien dicho mi querido hermano... creo fervientemente en la inocente estupidez de mi amado esposo, pero ¿que piensa mi "compadre"?... el "te estuve llamando" no habria pasado de ser una patudez de proporciones de parte de la mencionada, si no le hubiera adisionado el notable y nervioso titubeo "no es que... es por que... quiero cambiarme de isapre" como si usted mi amado caballero fuera agente de ventas de la institución, además, el tener que justificar algo que se cree inocente, hace que el acto pierda inmediatamente la inocencia.
Usted mi amado esposo sabe que de celosa tengo bien poco, no soy rollera y me siento bastante segura de lo que soy como para dejar que mi corazón guarde resentimientos o temores por el encuentro con tan memorable pasado, pero de que usted metio las patitas, las metio y mas aun cuando ella "inocentemente" penso que anotaria el numero de su celular ¿o no? osea, no es que se deba mirar bajo el agua para ver que a ella aun le suceden cosas con uste!!! y mil detalles sutiles en los que sin duda usted debio reparar antes de ofrecer amablemente sus servicios.
Nada que decir, debe pensar muy bien antes de volver a ofrecer su amable voluntad a aquel pasado que desea ser presente, por que no sera precisamente dormir en el sofa el castigo que sufrira.
Pucha... como me gustaria decir que el pecado aqui fue inocencia... mas creo que no es asi. Yo creo que al fin y al cabo a todos se nos pasa por la mente un encuentro como este, sin embargo creo que las mujeres estan mejor preparadas y hasta son mas ladinas en este cuento, amigo mio si alguna ves se paso por la mente este encuentro, dejame decirte que no te preparaste como debias, ese fue tu primer error el segundo y faltal hacer justamente lo que sabes que molestara a tu esposa y tal como dijo ella no son solo celos tontos es que ella lee subliminalmente, lenguaje que por años no han querido aprender los hombres por que les conviene... atento pues, pa no meter la pata denuevo que realmente lo del sofa resultaria poco.
Algo que a los hombres les cuesta entender es que la molestia frente a una situación como aquella no son celos; es falta de respeto, respeto a tu presente. Si la persona de mencionada en esta "anécdota" solo forma parte del pasado y esta guardado solo en lo profundo del baúl de los recuerdos, creo que es precisamente ahí donde debe permanecer. Es innecesario traer al presente el pasado, más cuando tu presente es tan lindo, linda familia, linda hija y se ve que una gran mujer. Personas como esas sobran o mejor dicho, números en la agenda telefónica de personas como esas sobran. Y sin dobles intenciones, el "te estuve llamando" algo significa... nunca hay que subestimar el poderoso instinto femenino. Me pasó algo similar, por eso hablo con experiencia. El sillón, como escribio alguien antes, es poco.
Atrás sin golpes por favor...
Ahora si que la embarraste ,yo tengo una clara impresion de cual sería tu actuación y pecaste de ingenuo ,pues no sabes que puede pasar si ella no piensa lo mismo que tu, pero sobre todo que las esposas quieralo o no se ponen siempre celosas , que te sirva de experiencia.
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