En el afán de buscarnos nos encontramos con una nostálgica canción de Gatti, la que quedamente sonaba de fondo. No fue extraño aquello para nosotros, acostumbrados a robamos besos imprevistos y caricias solapadas en cualquier lugar. Bailamos despacio y nos besamos con añoranza, como si nos hubiesemos esperado por mucho tiempo. Aprovechando cada verso acompañado de la suave música, mis manos le rodearon y las suyas me atraparon dulcemente. Aquello nos hizo trasladarnos a otros tiempos, cuando no existía nadie más que nosotros, sin otras mayores responsabilidades; sin embargo, ahora era diferente, nuestra mayor responsabilidad jugaba a una breve distancia nuestra sin percatarse de lo distante que estabamos de ella, encerrados casi clandestinamente en nuestro mundo.
En la segunda estrofa le llamamos la atención, nos quedó mirando y se acercó distraídamente a reclamarnos algo. Tratamos de ignorarla para que continuara en lo suyo. Más besos.
No alcanzamos a bailar completamente la canción debido a que, ahora sí, aquella personita nos exigió atención absoluta, tomandonos de las piernas y tirandome el pantalón. La acogimos en nuestro breve espácio, nos miró con su carita de niña mimada y nos abrazó llena de dicha. Simplemente, un mágico momento al son de Gatti.