En medio del conmoción instalada en el país desde hace unos días ya, nos permitimos escapar a la playa el miércoles 17 de marzo. Comenzamos nuestro viaje y llegamos al Puerto de San Antonio en donde almorzamos, terminando el día finalmente en el Tabo. Fue un buen día en el que disfrutamos también de la muy grata compañía de la familia. Algunas casas y calles daban cuenta de la situación. Un hotel se encontraba espectacularmente partido en dos, se había vaciado de pasajeros y trabajadores, ahora estaba en ruinas, era un espectáculo simplemente impactante, lo más probable es que ya a estas alturas lo hayan demolido.
 Fuimos al mar con la ilusión de que Antonia se encontrara por primera vez con aquella colosal creación. Estábamos ansiosos, atentos a su reacción. Nos imaginábamos que le agradaría tremendamente ya que a ella le encanta jugar con arena. Para nuestra sorpresa, a Antonia no le agradó mucho caminar descalza por la gruesa arena pero le impactó el mar, trató decididamente de meterse al agua, lo que por supuesto se lo impedimos.
Fuimos al mar con la ilusión de que Antonia se encontrara por primera vez con aquella colosal creación. Estábamos ansiosos, atentos a su reacción. Nos imaginábamos que le agradaría tremendamente ya que a ella le encanta jugar con arena. Para nuestra sorpresa, a Antonia no le agradó mucho caminar descalza por la gruesa arena pero le impactó el mar, trató decididamente de meterse al agua, lo que por supuesto se lo impedimos.Paseamos, conversamos, tomamos once con el sol fundiéndose en el inmenso mar, anaranjando todo. 
Fue un buen día, memorable, suficiente. Llenó de energías el regreso a nuestras respectivas rutinas. Necesitábamos recargarnos de algún modo, acuñar buenos recuerdos para utilizarlos a lo largo del nuevo año laboral.

 
