La comunicación, es algo esencial para nuestra convivencia, parte intrínseca de nuestra existencia. Sin embargo sus formas, muchas veces no transmiten lo que realmente queremos decir. Un medio escrito por ejemplo, no expresa necesariamente lo que realmente pensamos, como dicen por ahí, frase detestable en algunos casos, el papel aguanta mucho. Tal vez sea porque este medio, el escrito, permite ocultar las verdaderas intenciones, o por el contrario, mostrar nuestras verdaderas intenciones o hacerlo a medias.
En ese sentido, la tecnología ha sido un real avance, pero con justificadas limitaciones, se hace necesario por ejemplo, que cuando hablamos virtualmente con alguien, o cuando chateamos, en más de una oportunidad y para dar énfasis a lo escrito, utilicemos los llamados emoticones, colocando una cara sonriente cuando estamos conformes con lo leído, o cuando consentimos al personaje del otro lado. ESCRIBIMOS CON MAYÚSCULA CUANDO ESTAMOS ENOJADOS, y cosas por el estilo.
Cuando enviamos un correo, planteando una situación o algún punto de vista, o al responder un asunto, a pesar de que lo escrito puede estar bastante claro, siempre existe la posibilidad de que la interpretación final, no sea lo que realmente comunicamos, o tratamos de comunicar.
Para la comunicación convencional, la hablada, se hace necesario también utilizar el sentido de la vista. Ya leí por ahí que lo expresado debe necesariamente conectarse con nuestros gestos, ademanes o postura, atributos necesarios para comunicar a la perfección el mensaje transmitido audíblemente. No le creeríamos, por ejemplo, a alguien que nos responde que está bien, si tiene un rostro triste. No creeríamos en el interés de alguien por algún asunto, si muestra una actitud displicente.
O cuando enviamos un recado, existe la posibilidad de que nuestro mensaje llege distorsionado a su destino. Entiendo entonces, que el medio original de comunicarnos, el hablado presencialmente, resulta el más eficaz. Todos los otros, no hacen más que emular limitadamente a veces, este tipo de comunicación. Además, cuando hablamos presencialmente se reducen las subjetividades. Al prestar atención a nuestro interlocutor, podemos captar perfectamente incluso su intención, si está siendo irónico, si miente, si está feliz, triste, preocupado, esperanzado, en fin, nos ayuda a hacernos de una idea clara, respecto de lo que nos quieren comunicar, así como ofrece la oportunidad de que nuestro interlocutor, se haga también de una idea clara de lo nosotros queremos comunicar. Inclusive, si creemos que lo que nos comunican tiene un mensaje subliminal o entre líneas, tenemos la oportunidad de preguntar de frente, sin tapujos y mirándose a la cara.
Concluyo entonces, que en los temas importantes, sobre cuando hay que zanjar asuntos, se hace necesario, imprescindible incluso, hablar las cosas de modo presencial. Toda la tecnología o avances que nos pudieren dar una mano, resultan mediocres.